A lo largo de este tema hemos visto las distintas competencias
del MCER, que se dividen en generales y comunicativas de la lengua. A su vez,
las competencias generales se clasifican en cuatro grupos: conocimiento
declarativo, destrezas y habilidades, competencia “existencial” y capacidad de
aprender. Con respecto al conocimiento declarativo, tenemos nuevos parámetros
que ayudan a su división: conocimiento del mundo, conocimiento sociocultural y
consciencia intercultural. Esta entrada trata acerca del último punto
mencionado: la consciencia intercultural.
En un mundo en el que la globalización obliga a
acelerar nuestro ritmo de vida a la vez que exige conocimientos específicos muy
estrictamente ceñidos a la materia que nos ocupa, es esencial economizar
nuestro tiempo y, por supuesto, nuestro modo de aprender y adquirir
conocimientos. Por lo tanto, es inevitable que la tendencia de gran parte de
las sociedades de nuestro planeta sea el conocimiento general de la mayoría de los
campos que susciten interés, y este aprendizaje se da de un modo rápido y directo.
Este modo de vida acelerado actual ayuda mucho a que la gente se apoye en
estereotipos para aprender. Si nos centramos en el ámbito de la geografía, por
ejemplo, las generalidades abundan, y no solamente entre países, sino incluso
entre continentes. Las sociedades se etiquetan entre ellas basándose en unos
clichés bastante apartados de la realidad en muchos casos. Todos podemos poner
ejemplos en los que hemos visto, oído o vivido algún tipo de calificación
basada en estereotipos que sabemos con certeza absoluta que es errónea. Pero ha
crecido tanto la universalización de las sociedades y la fusión de todos sus
miembros en un solo ser que cumple a pies juntillas todas las creencias
generales que se han ido adhiriendo a su sociedad. Y nadie se libra; todo el mundo
ocupa un puesto en ambos lados: todos estamos estandarizados y clasificados por
una serie de comportamientos y pautas que rigen nuestra forma de ser, y a la
vez todos estandarizamos de algún modo, bien sea por estratificación social,
bien por diferencias étnicas, bien por origen o bien por ideología. Nadie está
exento de esta doble culpa. Y digo culpa porque pienso que todos somos
culpables en mayor o menor medida de la situación actual que hemos heredado a
lo largo de la historia, ya que los estereotipos son tan antiguos como la
propia raza humana.
En la actualidad seguimos conviviendo con estas generalizaciones,
pero las sociedades se están diversificando. A medida que la tecnología lo ha
ido permitiendo, el ser humano y su curiosidad lo han catapultado a conocer
otros rincones del planeta del que la mayoría solamente conocemos una mínima
parte. Es precisamente esta gente la única que tiene una prueba palpable de que
los clichés previamente adquiridos acerca de esta etnia o aquella sociedad
están equivocados. Evidentemente, muchas cosas tienen su origen en
acontecimientos reales, mas éstos no tienen por qué servir para calificar a
toda la población que representen. Por poner un ejemplo, se dice que los
escoceses son tacaños. No lo niego, entre otras cosas porque estoy seguro de
que hay muchos escoceses avaros. Pero también hay escoceses generosos. Uno de
los orígenes de esta fama proviene del cañón del castillo de Edimburgo, que se
dispara todos los días a la una del mediodía desde hace más doscientos años, y
que servía para sincronizar los relojes y avisar de la hora a los ciudadanos y,
sobre todo, a los mercantes que esperaban para partir o entrar en la bahía.
Ahora bien, se dice que originariamente se disparaba a las doce, pero alguien
sugirió que si se retrasaba el disparo tan solo sesenta minutos se ahorrarían
once cargas. Puede sonar miserable, pero no hemos profundizado en la historia.
¿Estaban Escocia o Edimburgo con problemas económicos? ¿Tan grave es reducir el
proceso a su doceava parte? ¿Era escocesa la persona que sugirió el cambio de
hora? No lo sabemos porque no hay tiempo para dedicar a buscar esa información,
así que para economizar nuestro tiempo vamos
a quedarnos con que los escoceses son tacaños y pasamos al siguiente tema.
Repito que estos estereotipos tienen una base real, aunque en muchos casos sea
escasamente fiable. Pero dichos estereotipos están siendo aplicados a mucha
gente que no se ha visto involucrada en la anécdota en cuestión. ¿Cuánta gente
vive en Escocia? ¿Y en Edimburgo? ¿Cuánta gente había en el momento en el que
se tomó la decisión de retrasar una hora el cañonazo? Una muestra puede servir
para obtener unas valoraciones orientativas, nunca para generalizar
categóricamente. Y unos pocos nunca podrán representar a la totalidad de un
grupo de gente mientras no esté presente cada individuo con su historia, su
vida, sus miedos y sus anhelos y esperanzas, sus manías, sus virtudes y sus
defectos. Da igual que hablemos de un pueblo, de una etnia, de una ciudad de
veinte millones de habitantes; si queremos que todo el mundo se vea representado,
hay que incluir a todo el mundo en la ecuación. Si no, la fórmula no será
correcta. Y sé que es difícil, en una sociedad tan estresada y estresante como
la nuestra, dedicar algo de tiempo a romper mitos y creencias. Hay muchos tipos
de seres humanos, cada uno con sus características, diferenciantes o no, y
cuanto más nos escuchemos y menos nos dejemos llevar por los prejuicios
previamente adquiridos, más aprenderemos y mejores personas seremos. Porque la
riqueza está en la variedad, pero también en el conocimiento y el respeto.
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